martes, 3 de enero de 2012

Arquitectura de palabras


Dicen que la palabra lleva en sí el don de crear
que el poder de construir los mundos posibles es la cualidad del verbo…
Cuentan que cuando un anhelo se vierte en vibraciones sonoras
y lo adornan los adjetivos, lo sostienen los sustantivos
y los adverbios lo dotan de posibilidades inmensas,
una nueva puerta se abre ante los brazos del desesperado.

Tú y yo construimos ese, nuestro mundo, con palabras
bellas, dulces… ilusión sincera.
Danzarinas, las letras  se hermanaron para crear un cosmos tibio y fuerte:
el universo de aquel amor que buscaba hacerse uno en el encuentro del otro:
fueron meses de sueños y frases en las que ávidamente entregábamos nuestros anhelos
y con ellos los seres.

Y no, no era un obstáculo  la distancia para que le cuerpo y el alma
sintieran vibrar con los ecos de las letras sus más secretos rincones…
Nacieron el cariño, el deseo, la voluntad de que nuestra arquitectura de misterios
fuera cada vez más tangible,
de que el cuerpo de ese amor construido con palabras fuera nuestros cuerpos hecho uno
en el encuentro  de la piel, las caricias y el aliento.

Renacimos en esa danza del lenguaje,
recreamos nuestras ansias;
fluimos puros y dispuestos… libres en el descubrimiento mutuo.

Y ahora nos encuentro a ti y a mí frente a frente
y  siento que ante nosotros se extiende sólo el valle del silencio…
Nuestro edificio de fisionomía misteriosa se perdió
y sus cimientos parecen haber volado con el viento frío del olvido.

Era sólo eso lo que nos unía: un edificio de frases sueltas, de clichés en la pantalla…

Declaro el fin de lo que no va más allá de puntos y comas…
Me resisto a esperar que me liberes—como dices—pues mi libertad me viene de mí misma:
¡Hasta aquí llegó esta, nuestra arquitectura de palabras!