martes, 14 de febrero de 2012

A Catalina Acosta


Se están muriendo los ángeles.
Están partiendo todos en bandada
hacia el hermoso cielo de su adentro.
Ángeles que pasan por la tierra
como un suspiro de blanco aliento
y nos soplan a todos,
nos irradian con su luz.

El ángel niña parte hoy hacia ese cosmos.
Su séquito en la tierra son hoy las almas
compañeras de su breve paso por el mundo.

Ángel, niña, dejas a la vez vacío y plenitud,
ausencia y presencia.
¿Acaso no es tu partida una ironía?

Hoy te vas y a nosotros nos toca la vida,
continúan pasando estos días aciagos
y a veces parece como si fueran en vano.

Un minuto contiene el vacío,
un  minuto te contiene plena
y contiene nuestra tristeza.
Un minuto basta para dejarte ir…

Tus alas se enfilan hacia el firmamento de la esencia
y mis labios con la pluma,
unidos a los labios de los hombres niños
y las tiernas voces de su aurora,
pronuncian una plegaria.

Partes,
y tu recuerdo en ese altar de sueños
construido por la ausencia
se vuelve fuerte y nos anima.

Parte un ángel y basta tan sólo ese minuto
para que el cielo se abra 
y le reciba,
mientras nuestro corazón también se abre
y te recibe
para nutrirse siempre de tu luz.
Un minuto y eres recuerdo perenne,
formas parte indecible de nuestra propia vida

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