Se me acabaron las letras para nombrarte
Voy a intentar con el silencio
Guardaré mesuradamente la voz que de mí creaste
Y el alfabeto quedará en el olvido
Hasta que seamos el sonido que andamos buscando
Voy a entregar tu suerte al aire
Y al viento mismo exponer nuevamente las alas de mi cansancio
Abiertas, dispuestas…
Al amparo de una serenidad austera habré de ofrecer los dones
De aquellos nuestros encuentros posibles
Enviudaré de voz hasta que consiga la armonía perfecta
De las cuerdas que nos tejen
Y partiré con tu silencio hacia la tierra en que olvidaron los hombres su tristeza,
La tierra baldía, tierra en que tu sonrisa de rey Midas
Toca mi llanto y nos transforma gracias a la alquimia que redime
De la espera y la distancia
Transmutaré las vibraciones traviesas de esta voz cautiva en compases de misterio
Blancos compases que recorran tus ausencias
Y den rumbo al ser en que me pierdo diariamente
Y estarán formados de un nuevo material tu nombre, la espera y la distancia
Serán de nuevas gemas las cuerdas de mi lira
Y como gema misma surgirá de las cenizas
El fénix del nombre que me diste
Pronunciado por la lengua renovada
Mi don será recorrerte sin ser notada
Hasta que milimétricamente descubras las huellas
Del silencio que te exhorta
Y aprendas a sentir nuestros nombres posibles en el centro de tu celda…
Ya no hay más letras en mi ser para pronunciar tu nombre
Será el silencio, entonces, mi paso
La huella y mi camino.
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