miércoles, 6 de julio de 2011

Carta del despojo

Procession of Boats with Distant Smoke: William Turner

Alguna vez comencé a escribir una carta literaria que estaba dirigida únicamente a un hombre. De eso ya han pasado un poco más de dos años y dicha misiva no encontró jamás su solución final. Del mismo modo que la carta, el sentimiento que impulsó su escritura nunca cobró la madurez suficiente que lo llevara a convertirse en vida de dos o siquiera en luchar por ella. Porque su base era tan sólo el espejismo de una mente sola construyendo su propio ideal de sueño; de una mente que creyéndose corazón sólo le hablaba a un lado de su esencia y le imponía rutas construidas solamente por el velo del deseo.

En ocasiones el alto en el camino se nos impone  y llega como reflexión  necesaria de actos que se suman y que se acumulan. Hoy en el alto que me propone la vida pienso en ese hombre, y más que en él, en el sentimiento que desde mi deseo le era propio. Hoy desde este punto sostenido que me permite ver el alud del sentimiento sin que me arrastre y me envuelva en su  placer (casi obsceno) de vértigo insufrible, el hombre y su sentimiento me han dejado. Partieron para llevar consigo todos aquellos velos que finalmente encuentro lejos, para poder verme en el otro y comprender que en cada una de sus partes está hecho de mi misma esencia, no como perfecto argumento de nuestra innegable pertenencia mutua (amante-amada), sino como la más irrefutable prueba de que su ser y mi todo —y viceversa— son una misma fuerza. Y por eso mismo, por fin podré aspirar siquiera a conocerlo.

Así se acaba la pasión, parte el deseo y aprendo a amarlo como amar sé a cada ser. Y como única prueba de ese amor  que puedo darle, está el hacerme libre de su aliento; está el hacerlo libre de mi callada súplica y, finalmente, poder estar con él sin elevarlo y saber compartir de su esencia sin querer hacerla mía.

Octubre 27 de 2005

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